En el tablero geoeconómico de los minerales críticos, China juega la partida con todas las piezas sobre el tablero. Con un 60 % de la producción mundial y el refinado de casi el 90 % de las tierras raras bajo su control, Pekín ha convertido este conjunto de 17 minerales en su arma estratégica más efectiva.
La tensión escaló en abril, cuando el Consejo de Estado anunció nuevas restricciones a siete elementos y a los imanes permanentes, justo después de que Washington aplicara aranceles contra esas exportaciones. El resultado: fábricas estadounidenses presionadas por la escasez y vulnerabilidades expuestas en la cadena de suministro norteamericana, incapaz de procesar materia prima a escala doméstica.
Ford Motor Co. fue la primera gran víctima industrial. Sus líneas de ensamblaje en Chicago redujeron turnos ante la falta de los imanes que impulsan motores eléctricos. A su vez, proveedores como Aptiv y BorgWarner apuran diseños con “contenido mínimo de tierras raras”, revela un informe de mercado, mientras ejecutivos de la Cámara de Comercio Americana en China advierten que en pocas semanas se agotarán los inventarios críticos.
En la Unión Europea, el panorama tampoco es alentador: un 98 % de los imanes de tierras raras llega desde China, esenciales para la fabricación de autos eléctricos, cazas de última generación y resonadores magnéticos en hospitales. Beijing ha elevado el samario al «mineral de la disuasión», pues sin imanes capaces de resistir temperaturas extremas, el rendimiento de ojivas, misiles guiados y turbinas de caza se hunde—un recordatorio de que, en el juego de la defensa militar, quien controla las tierras raras mantiene la llave de la fortaleza moderna.